martes, 11 de diciembre de 2007

Arrancad las semillas, fusilad a los niños.


Detrás de un titulo feroz se esconde la historia de un grupo de chicos internos en un reformatorio japonés que es trasladado al campo a causa de la guerra. Por el camino son maltratados tanto por sus supervisores como por los campesinos de las zonas que atraviesan.

Por fin llegan a una remota aldea donde los campesinos que les acogen les utilizan para los menesteres que ellos no quieren asumir. Al desatarse una epidemia, les abandonan en la aldea a su suerte. Los chicos hacen lo que pueden para sobrevivir y llegan a encontrar un mundo en el que el hambre ha desaparecido y la amistad, el amor,la fraternidad, las buenas intenciones y la ternura son posibles…… Pero por poco tiempo.

La muerte, el odio y el regreso de los campesinos al poblado acaban con sus pequeños atisbos de esperanza en un mundo en el que no existe la dignidad y la vida no vale nada.

Un libro duro, duro, duro…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un libro que no se olvida, cargado de simbolismos. Creo recordar que los niños no tenían nombres no para hacerlos anónimos sino más universales. La lucha cruel por la superviviencia. Y recuerdo haber pasado mucho frío leyéndolo.

Pensar que este libro lo escribió un joven de 23 años lo hace más espantoso.