domingo, 11 de febrero de 2007

Reflejos de un ojo dorado




De este libro de soledades compartidas y amores equivocados, me quedo con unas frases:


"....no podía pensar en ella sin sentir una emoción intensa de amor y pena que era como un peso insoportable sobre su pecho. No era verdad que el tiempo pudiera atenuar el dolor de aquella pérdida. Ahora tenía un mayor domino sobre si misma, y eso era todo"


Ah! Y también con esas coincidencias austerianas: Carson McCullers murió de la misma forma que una de las protagonistas, 26 años después.

La nieta del señor Linh


Igual que algunas canciones se adhieren a determinados momentos de nuestras vidas, hay libros que no se pueden evocar sin recordar el momento en que fueron leidos. Y más aún cuando la historia que cuentan camina en paralelo con nuestra propia historia.

La nieta del señor Linh habla de soledad, de dolor y de duelo, pero sobre todo habla de la posibilidad de entendimiento entre dos personas que utilizan códigos muy diferentes para sufrir de la misma manera.

Dos hombres con sus silencios compartidos, con sus gestos, llegan a forjar una amistad que va mucho más allá de lo que cualquiera hubiera podido imaginar.

No se si era yo o era ella quien llevaba a la niña en el regazo. Pero todavía recuerdo cómo, en el silencio de los amaneceres del camino, muchas veces tapé al bebé con mi capa para protegerlo del frio.

jueves, 1 de febrero de 2007

Donde el agua se une a otras aguas. Raymond Carver




Mi Muerte

Si tengo suerte, estaré conectado
a una cama de hospital. Tubos
por la nariz. Pero intentad no asustaros, amigos.
Os digo desde ahora que está bien así.
Poco se puede pedir al final.
Espero que alguien telefonee a los demás
para decir, "¡ven rápido, se está yendo!"
Y vendrán. Así tendré tiempo
para despedirme de las personas que amo.
Si tengo suerte, darán un paso adelante
para que pueda verles por última vez
y llevarme ese recuerdo.
Puede que bajen la mirada ante mí y quieran echar a correr
y aullar. Pero, al menos, puesto que me quieren,
me cogerán la mano y me dirán "Valor"
o "Todo va a ir bien".
Y tienen razón. Todo va a ir bien.
Me basta con que sepas lo feliz que me has hecho.
Sólo espero que siga la suerte y pueda mostrar
mi agradecimiento.
Que pueda abrir y cerrar los ojos para decir
"Sí, te escucho. Te entiendo".
Incluso que pueda llegar a decir algo así:
"También yo te quiero. Sé feliz".
¡Así lo espero! Pero no quiero pedir demasiado.
Si no tengo suerte, si no la merezco, bueno,
me tendré que ir sin decir adiós ni darle la mano a nadie.
Sin poder decirte lo mucho que te quise y lo mucho que disfruté
de tu compañía todos estos años. En cualquier caso,
no me guardes luto mucho tiempo. Quiero que sepas
que fui feliz contigo.
Y recuerda que te dije esto hace tiempo, en abril de 1984.
Pero alégrate por mí si puedo morir en presencia
de mis amigos y de mi familia. Si es así, créeme,
salí de mi vida por la puerta grande. No perdí esta vez.