
Haz el favor de no llamarme humano fue publicada por entregas tras la masacre de la Plaza de Tiananmen. Con un contenido delirante que merecería ser obra del hermano amarillo de Pedro Almodóvar, la historia arranca del deshonor de China tras el fracaso en los juegos olímpicos de Seúl. Un extraño, disparatado y corrupto Comité de Movilización Nacional, emprende la tarea de crear un nuevo héroe capaz de lavar la imagen de su país. El elegido es Yuanbao, un conductor de bici-taxis supuestamente único descendiente de los luchadores de la Secta del Sueño Revelado.
El muchacho comparte protagonismo con su padre, un hombre de 120 años, que a lo largo de la obra es sometido a unos insólitos interrogatorios acerca de su intervención en la guerra de los Boxers y más tarde juzgado por antipatriota de una patria que entonces ni siquiera existía.
Yuanbao pasa por un delirante y estricto proceso de entrenamiento y reeducación al mismo tiempo que es utilizado con fines mediáticos, en un reflejo sardónico de las dos caras del socialismo de mercado vigente en el país.
La parodia de los discursos vacuos, del autoritarismo del régimen y su capacidad para obligar al individuo a servir los intereses del estado a cualquier precio, se mezclan con las desternillantes, inesperadas y divertidas escenas en las que el joven actúa en televisión, acude a fiestas de sociedad o es hipnotizado. El producto final pasa por el cambio de sexo de Yuanbao, aceptado con vocación nihilista, y su entrenamiento en una universidad femenina que le llevara a ganar la medalla de oro en una igualmente corrosiva prueba de resistencia. Han creado un monstruo, a medio camino entre operación triunfo y los héroes de la revolución maoísta.
“En China hay un tal Wang Shuo que cabalga entre dos mundos y que con una enorme carcajada ha sabido ver que los dos son igualmente inhumanos. No hay escapatoria.”
1 comentario:
Es un placer leerte
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