
Alex vive en una tierra de nadie marcada por los rituales y la filosofía existencial de su familia judía, por su madre freudiana y su padre, un estreñido vendedor de seguros. Obsesionado con el sexo prohibido y acongojado por su hipocondría, los sentimientos de culpa y la vida envidiada y repudiada a la vez de los goyim, relata su vida desde la infancia a la treintena a su psicoanalista. Lo hace en un tono jocoso, crítico y sarcástico, que nos hace sonreír y a veces soltar la carcajada, aun a pesar de saber la insatisfacción que encierra, su soledad vital y el terrible sentimiento de sentirse extranjero en todas partes.
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